El Guardian de las historias no contadas


Su capa hecha jirones, se movía con el viento. Aquel atuendo una vez cuidado, hoy ya no era sino un vago recuerdo de una época, en que su dueño tenia nombre, rango, futuro y felicidad. ¿Que le queda a un hombre que lo ha perdido todo por no haber cumplido con su deber?, solo su sueño.

Negra la capa ondeada por el viento del atardecer... eso quedaba tras de sí, y delante, sólo una cosa, cumplir ya no su sueño, sino lo único que le queda, alcanzar una esperanza, aquella que lo devuelva al día en que todo ocurrió, al día en que su mujer, aquel bello ser de cabello rojo, aun estaba sobre esta tierra.

Adelante, un ejercito, detrás otro... que importan sus pendones, que importaban sus blasones y sus armaduras relucientes, pues al final no quedaría nadie... solo la muerte triunfante, y la espada solitaria de una vencedor; tal y como había sucedido en innumerables batallas desde el día de su caída, todos muertes, y muy a su pesar, solo quedaba él, siempre él.

Lo llamaban el "perro de la guerra", un mercenario, un ser sin alma que vivía solo para pelear, y para cobrar lo que le dieran por hacer su trabajo destructor. ¿Hace cuanto que vivía así?, ya ni siquiera podía recordarlo... su hoja infinitamente usada, infinitamente manchada de sangre, seguía inerme, sin perder un atisbo de su poder, y él... él seguia siendo la viva imagen de la muerte, el desesperado que intenta morir, pero cuyo instinto de conservación es mas fuerte, quiere vivir, pero morir sera una gran recompensa, más de la que el hubiera querido aspirar.

¿Porque vivir así? sencillo.

Su única redención estaba en luchar, en buscar el conjuro que solo en las batallas, bajo la luz de las espadas, era posible alcanzar... su maldición y su bendición estaban con él: buscaba la muerte entre todos aquellos rostros sin nombre, pero sabia que de alguna manera no podía alcanzarla... avanzaba fila tras fila, hombre tras hombre asestando golpes mortales, casi sin recibir daño. Buscaba la redención, o la muerte o el pasaporte al tiempo que lo devuelva al día en que todo comenzó, al momento en que su vida cayó maldita tras su espada.

Debía encontrar a la Muerte y vencerla... pero ella solo se aparece en donde sabe que su labor estará marcada: batallas, duelos, guerras... todo se sucedía en un torbellino implacable.

La llamaba siempre, entre gritos, que se presentara ante sí, ante el Guardián de las historias no contadas, pues así en algún momento había sido su titulo, solo podía recordar eso, su nombre... ya para él mismo era un misterio.

Pertenecía a los mitos, las leyendas que se tejían, y transmitían de familia en familia, él, ya no era nadie, solo un loco mercenario que llamaba a la Muerte en cada batalla, y al final solo se encontraba con una cosa: con su propia soledad.

Su espada aún envainada, aguardaba el momento preciso para salir. El sol de la tarde daba un brillo anaranjado a los yelmos y espadas, los gritos de los soldados adquirían una entonación firme, estaban cantando, cantando antes de entrar en batalla, cada uno en su propia lengua, pero la idea era la misma: "hoy luchare por lo que creo, luchare por aquellos que ya no están lucharé por la verdad y nada me detendrá". Cuantas veces, y en cuantos idiomas diferentes había escuchado eso, ya no lo recordaba, solo representaban palabras vacías, los hombres pronuncian para no desfallecer, eso pensaba, y esa había sido su reflexión después de siglos de luchas.

El viento movía su capa... o lo que quedaba de ella, junto a los pendones... pero había algo extraño en ese aire que corría: era frío, como si de los polos viniera... y si era posible, daba la sensación de oscuridad.

Eso solo significaba una cosa, ella había venido... por fin estaba aquí, por fin había oído sus llamados, la Muerte estaba entre ellos, pero estaba reservada a un combate solo contra él, contra el Guardián que ya no tenia nada que defender, contra el mercenario loco, contra la maldición que pesaba sobre sus hombres. Pero y si ¿vencía?, hasta ahora solo pensaba que la Muerte seria indestructible, pero algo en su interior, eso que lo había hecho vivir durante siglos, le decía que podía y tenia que ganar pero ¿para que?.

Si moría, recibiría el descanso eterno, pero si vencía ¿acaso lograría volver al día en que todo comenzó?.

El ruido de espadas chocando con su vaina al salir al aire, hacia un ruido espantoso... la suya, en silencio salía al encuentro con su destino, y él paso lento primero, luego más y más rápido se encaminaba en su búsqueda, en la búsqueda de la Muerte esquiva, aquel ser que tenia que devolverlo a su tiempo, el ya no pertenecía aquí, lo sabia, no pertenecía a ningún lugar... solo anhelaba volver a escuchar la angelical voz de su amada, aquella pelirroja cuyas canciones lo hacían estremecer. Se formaba un pensamiento, una idea a medida que avanzaba en el campo de batalla, quería volver a verla, ese siempre había sido su propósito, siempre había sido destino, volver a estar con ella.

Al final, abriéndose paso entre soldados, cuerpos sin nombre que caían con cada uno de sus golpes, allí por fin la vio, la Muerte, esperándolo muy quieta con su arma desenvainada: "hace tiempo te esperaba" dijo, esbozando una leve sonrisa, lo único que se podía ver de su rostro completamente tapado por una capa, misma capa que alguna vez había tenido el Guardián de las historias no contadas. Allí estaba él, frente a su enemigo último, frente a su destino aquel que por miles de años lo había atormentado... un paso más y la volvería a ver, solo un poco más.

Quieto muy quieto, ya ni el viento soplaba, solo se oía a lo lejos el clamor de una lucha que no era la de ellos, una lucha que estaba en su cenit, pero que importaba... lo que importaba estaba frente a frente, en cada movimiento que se les pasaba por sus cabezas, ya era hora, era hora de morir o de alcanzar su destino, estar a su lado otra vez.

Pero acaso, ¿no son la misma cosa? morir y amar acaso ¿no son lo mismo? Para el Guardián solo había una respuesta, y era por ello que estaba luchando, por ella atacó primero, y por ella la Muerte estaba ahí, de pie esperando a recibir el golpe de su espada...

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